Rondaban esos días
en que las avenidas se cuajan de certezas
y el viento se golpea, con furia, en cada esquina
para abrirse en canal como una bestia.
Un lamento se elevaba herido
por un tú presentido que aún no conocía
y el tiempo gris, pesado y doloroso
se tendía en silencio a la intemperie.
Sí, largos días tendido, boca arriba,
en las praderas de la desesperanza.
Me miraste con hambre
y la dulzura de veranos lejanos,
una trampa colgaba de tus ojos
disfrazada
de brisas y de cielos.
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