Reverdece el alero de la tarde.
Un sinfín de oquedades son testigos
-desde confines inefables-
del aleteo de su fiebre.
Una muerte aromática asciende
por las raíces de la primavera
e inunda la excelsa paz
del rincón más oscuro
de los cipreses.
2 comentarios:
Encantada de conocerte,visitar tu blog ha sido un placer
Gracias, Princesa Nadie tu blog será un trayecto asiduo para mi inspiración.
Un abrazo desde mi laberinto.
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