Inés Ramón Campodónico me entrevistó el 28 de Septiembre para su programa "La otra palabra" en Radio Alcañiz FM (107.9 Mhz).
A la espera de poder insertar directamente en el blog el audio de la entrevista, ya que los programas estan disponibles escasos días y luego se retiran, os dejo de momento el siguiente acceso a entrevista
REPTANDO CADA NOCHE
como una enredadera envenenada,
con tu recuerdo trepas,
cada noche,
el tronco abierto de mi cuerpo,
llenándome
de sensaciones cálidas,
embriagada en el aroma
de tus flores moradas
y, no puedo aniquilarlas,
se enganchan a mi sangre
como murciélagos inmortales.
Asisto a toda fiesta
en callejones y palacios.
confundida en el tumulto
de algún incandescente lecho,
intento llenar al límite
la copa de mi vida
que rebose
hasta escupir tu nombre.
Y tú
mientras yo río y bebo
me persigues
y mil sensaciones tuyas
aprietan mi garganta
hasta asfixiarme.
ABRAZAME
Tus párpados mariposas guerreras,
desde lejos,herían sin tocarlas,
mis pupilas
sedientas de tus mares.
Y tú,
como un centauro,
frenético,
me perseguías
sin saber alcanzarme.
De pronto dijiste:
abrázame
y tu silencio hablo desde el misterio
diciéndo tantas cosas...
aquellas que los cuerpos
entienden en lo oscuro,
desde la mística
que transciende
el ancestral deseo.
Devorando palabras,
como plantas carnívoras,
escondíamos la respuesta
que persigue el vacío.
Y el silencio repetía:
abrázame,
permíteme explorar
la naturaleza nival de tu piel,
averiguar
cuanta sustancia ígnea contiene,
deja que palpite tu cuerpo con el mío,
intuir que se siente en tus brazos
cuando me enreden
como almendros florecidos.
Y con los gritos
de tus palabras mudas
acariciabas
con invisibles pinceles
mi pecho, mi garganta
pintando mi interior
con torbellinos locos y vibrantes.
Y en tu abrazo armado
abriste al instante mi flor roja
que asaltada, inconsciente,
de un tajo, solo,
vertió todo su néctar
de luna blanco.
EL CIELO NEGRO
El cielo,
como un gigantesco limón negro,
se exprime, sobre la inmensidad,
en cada uno,
de los falos verdes del paisaje,
copula con ellos
salvajemente.
Deja resbalar implacable,
violento, su semen,
por las hojas de los abetos
y la tierra, meretriz humillada,
se tiende como una tumba abierta.
Tú, inmune cielo negro
seductor de las esfinges del bosque,
insobornables,
las cuelgas bocabajo como a Odín
en las ramas de un roble.
Y para que no renazcan, después,
plenas de su sabiduría,
pasada la tormenta
las atraviesas
con espadas de plata.
Y ya inefable,
contemplas desde lejos los árboles,
la tierra herida de tu asalto
con tu inocente sonrisa
azul y tierna.