Hay un nido de palomas en
la terraza
su arrullo no me deja
dormir.
Viven conmigo y ponen
huevos
mas...
no toman mis pastillas
ni me preguntan nada.
Se guarecen, entre las
flores,
bajo el alero que las
protege.
Juntas contemplamos
la imagen vedutista
que obliga a esta quietud
de losa
a apurar el último sorbo
del veneno rosa de la
tarde.
Quizás podría matarlas
con estas mismas manos
que viven para acariciar tu
rostro
en el
reflejo opaco del silencio.