Foto: Dani Asín |
Una luciérnaga de humo
atraviesa sus sienes
-negras como el asfalto-
rostro de hombre-hambre
refleja la intermitente luz
roja y verde del semáforo.
De sus ojos de noche,
heridos con violencia
de cristales rotos,
cae una lluvia amarga
que se mezcla con el ruido del tráfico
y emana una sombra
de dolor fragante
que contamina el aire.
Flotan en su sollozo:
estadios donde mueren
los hermanos y amigos,
carreteras asesinas,
amores traicionados
y el tiempo inaccesible
desvaneciéndose...
¡Un duelo insoportable!
Ciudad ajetreada,
ignominiosa tarde,
respira fría entre sus lagrimas
una muerte que danza
entre pañuelos negros.
Soy el Uno con él,
la que abandona el cuerpo y permanece,
la que ocupa el rincón del abismo
y viene, una y otra vez,
y olvida lo que aprendió al marcharse
pero... a él no le sirvo.
El gigante del vacío
clava las uñas en su herida
y nada le traerá
el paraíso que buscó
en otro infierno.
el paraíso que buscó
en otro infierno.
6 comentarios:
Precioso, amiga. Tus poemas siempre nos deleitan. BAV
Gracias, Concha. Tristemente este poema no es simplemente literatura, esta basado en una realidad que pude percibir en la calle el pasado miércoles, no se sostiene sobre lo supuesto o imaginado.
Un beso
Fantástico , aunque narras una realidad cruda, lo haces con una belleza impactante y exquisita. Felicidades amiga.
Gracias, Milagros. A ver si retomamos aquello que dejamos pendiente en Navidad que aún me acuerdo y si no es eso otra cosa...
Un beso
Ahora que ya sé la historia, aunque me da mucha tristeza, aún me gusta más, describes el momento de una manera dura, durísima. La desgarradura del muchacho estaba ahí y tú le acompañaste, eso es mucho más de lo que hubiera hecho cualquier persona. Ojalá pudiese leerlo él y se sintiera por eso menos desolado. Besito.
No me quedó la sensación de que le sirviera nada en aquel momento, ¡ojala!que hubiera servido para para paliar algo de su dolor, pero con sinceridad no creo que fuera así...
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