
Recuerdo aquel bosque lejano,
viajo a él sin deseo.
Me enredo entre las zarzas
y no encuentro
el camino de vuelta a casa.
Te llamo para invocar el
dulce azul
que duerme en cada sombra.
Te grito que me salves
y los cuervos se tragan mi
llamada;
sus plumas de azabache
aun abrazan infancias de
suicidio.
Desnudas las cascadas se exhiben,
vierten su sangre espesa,
donde las mariposas blancas tiñen sus alas.