27 abr 2013

REGRESAR



Se despide el día
y rebosa de amapolas el ocaso.
Tras los cristales contemplo la avenida,
inundada de ruidos y de gentes.
Recuerdo algún invierno 
donde las horas
eran gaviotas blancas sobre el río.

Quiero volver a aquellos días. 
Bastaba contemplar 
desde la cumbre el bosque,
descender hasta el valle
y tomar un café;
el camino era alegre 
hacia el nido aún vacío.

Regresar a aquel jardín dorado,
deshacer el conjuro 
de las flores carnívoras,
resucitar la piel adolescente,
desollar vivas las preocupaciones
como hacen los niños
con las lagartijas.

Resbalar al refugio silencioso
donde crepita el fuego
cuando duermen las sombras
y el lenguaje. 


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